Cuando eres dependiente, aunque te suene paradójico, sueles dar más de lo que tú mismo crees. Cuando dependes le das al que te "soporta" o "sostiene", tus sueños, anhelos, tu destino, tu herencia... En pocas palabras, le das demasiado poder.
Cuando otros dependen excesivamente de ti cargas contigo un peso moral, afectivo e incluso económico y político que te hará responsable de cualquier reacción o acción por parte de los que de ti dependen. No importa qué haces o no haces, igual, tú serás el "único" responsable. Pero es muy probable que ello te parezca nada en comparación al poder que se te confiere y si eres adicto a él, entonces, te aferrarás sin importar las consecuencias que eso acarreará para ti y para otros. Y ya en este punto más allá de ser un dominador te transformas en un vil esclavo. Esclavo de tus oscuras obsesiones y de tus más profundas carencias.
El que se mantiene dependiente tiene un gran temor. El temor de asumir sus responsabilidades e incluso las consecuencias de sus acciones. Las personas que se asumen desde todo punto de vista suelen sentirse incómodas e insatisfechas en relaciones familiares, de pareja, sociales, políticas y económicas donde prevalece la dependencia. Depender no es tan "cómodo" como algunos pueden creer. Cuando dependes ahogas la capacidad y el desarrollo de tu ser.
¿Quienes se quedan allí?
Aquellos más desesperanzados, aquellos que se ven con lástima, que están convencidos que sus problemas son ocasionados por otros. Aquellos que han acumulado por años resentimientos y todo lo responden culpando, cuando la verdad es que se sienten incapaces de asumir los retos de sostener su vida y existencia. Dependen todos aquellos que viven para satisfacer los sueños de otros y no los mutuos. Aquellos que dan toda su fuerza y energía para que quien domine obtenga sus propósitos que por supuesto suelen ser muy individualistas, narcisos y ególatras. Hasta este punto me es fácil comprender que en una relación de dominación todos terminan siendo absolutamente dependientes. También comprendo que esta dependencia nos lleva más temprano que tarde a un caos personal y colectivo.
Somos seres interdependientes, más no independientes, nos necesitamos unos a otros para todo, hasta para sobrevivir. Estamos diseñados para sostenernos unos a otros. De hecho, el aislamiento deforma la esencia de nuestro ser. La indiferencia se cuela hoy en nuestras relaciones, familias, y sociedades como una forma de dependencia fría. Es otra forma menos evidente de odiar, culpar e incluso de abandonar los sueños, el reto de vivir y existir
Emprender una idea, proyecto, sueño personal o colectivo no podrá ser factible si otros no se unen directa o indirectamente a éste. Si queremos construir relaciones y sociedades satisfechas, productivas, sanas y libres nos toca asumir con responsabilidad, claridad y convicción nuestra interdependencia. Nos necesitamos unos a otros para continuar nuestro rumbo a ser cada día mejores.
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