No me gusta revestir ni mucho menos maquillar el sufrimiento propio o ajeno. Me niego profundamente a consentir o consolar aquello que embadurna esa piel corroída. Prefiero mil veces derrochar su fortuna y dejarlo en quiebra. Quitar su ropaje clásico con efusiva paciencia y su ropa interior con exquisita violencia. Él no me engaña, yo se lo permito...
Lo he seducido y atraído cientos de veces, pero ya es suficiente. Le he hecho sentir que es el mejor de los amantes y en su ilusión lo cree.
Pensar que estás tan cerca porque te lo he permitido, pero ya te he sentenciado a vivir aislado o si gustas ve a engañar a otros para que sigas alimentando tu fragilidad e inexistencia, dependes de todos ellos para sentir que existes y soñar que eres real.
¡Oh sufrimiento! Ya ni lastima me das...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario