Equivocarte suele dejar una sensación de pérdida con la que a veces es difícil lidiar.
Fracasar es una palabra que suena fuerte en tus labios, pero mucho más en el eco morboso que se produce en tu mente.
Hay que lidiar con él, para unos con más frecuencia que para otros.
Existe una buena manera de ver partir el llamado fracaso y es justamente dejar de abrazarlo, conteniéndolo, escondiéndolo.
El fracaso puede ser soltado cuando abiertamente lo expresas, no lo dejes encarcelado en una mente que aprisiona para torturarte, esa que calla por fuera, engañando y disimulando ante todos, pero te muerde, te muerde fuerte, y eso...
Eso duele.
Estamos como metidos en una pequeña burbuja donde con facilidad puedes sentirte asfixiado, cargado de exigencias en su mayoría externas, complaciendo y satisfaciendo los apetitos que otros inventan para nosotros.
Vivimos casi ahogados, a penas si respiramos, con prisa, malhumorados, pero "trabajando duro" y que para el "éxito", persiguiendo aprobación y aceptación ajena y me pregunto:
¿Para qué y para quién vivimos?, si ni siquiera conocemos nuestros verdaderas ansias.
Pareciera que nos alejamos del modelo exitoso cada vez que rompemos la burbuja para tomar aire fresco.
Cada vez que rompo la burbuja se escuchan los murmullos:
He fracasado, he fracasado...
Y entonces, regresa mi alma encendida, llena de gozo y vibrante,
saciando sus ansias de caminante.
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