lunes, 19 de mayo de 2014

Cuando los hijos llegan a la vida de pareja



La vida de pareja es un torbellino lleno de incalculables e imprescindibles aprendizajes que nos hacen reconocernos en el otro para hacernos cada día mejores. Un apartado especial quiero dedicar para mirar de cerca la tan variada vida de pareja, un esfuerzo adicional para comprender que el éxito de la vida familiar irá de la mano con el éxito y el desarrollo sano de la vida conyugal.


La vida de familia es sumamente importante, la crianza de los hijos, la búsqueda incesante para cubrir las necesidades materiales e incluso las rutinas propias del hogar van menguando la energía inicial que ambos se dedicaban.  Y  aunque los hijos no lleguen en mucho tiempo, igual la pareja pasa sus etapas y sus dificultades particulares que le harán crecer y madurar respectivamente.

Una pareja en sus inicios tiene gran necesidad de compartir, conocerse y compenetrarse. Son muchas las horas que suelen invertirse mientras se descubren con impetuosa magia. Esa necesidad de acercamiento para conocerse y experimentarse es lo que posteriormente la hará madurar y consolidar el deseo de mantenerse juntos para aventurarse a la consagrada vida de pareja. Estos primeros momentos y las motivaciones que los llevaron a vincularse deberían ser escritas y dejadas plasmada, pues con el pasar del tiempo muchas se quedan olvidadas y enterradas.

La crianza de los hijos y todas las rutinas asociadas al hogar y a la vida de familia agotan la energía que ambos se dedicaban, comprendo que no es tarea fácil esa de educar a los hijos, unos buenos padres dedicarán sus esfuerzos de manera conjunta, lo que hará más fácil que olviden sus necesidades particulares. Así que ese espacio que solían alimentar cuando se encontraban solos sabrá esperar, pero he allí uno de los grandes retos y riesgo que vive la relación de pareja cuando llegan los hijos.

Generalmente la mujer se entrega con más fuerza y devoción que el hombre en la tarea de la crianza, la naturaleza le hace llevar un embarazo por casi 40 semanas y luego al dar a luz, los cuidados y la alimentación son casi que actividad exclusiva de ella. Si el hombre no sabe integrarse de manera complementaria la crisis de pareja se desatará con rapidez y muy violentamente (mucho más en los actuales tiempos modernos). Quizá nuestras abuelas e incluso madres manejaron dicha crisis con mayor paciencia producto de la educación recibida donde lo natural era excluir al hombre de dichas responsabilidades. Sin embargo, los tiempos modernos se han encargado de transformar dicha cultura por el bien del desarrollo de la pareja y la familia. Así que nos enfrentamos a dos situaciones, la más grave, cuando el hombre no asume junto a su pareja la responsabilidad de la crianza. Y segundo, cuando la pareja que se aboca tanto a los hijos que olvidan las necesidades de la vida conyugal.  Ambas situaciones desatarán la crisis, una más temprano que la otra.

Por ello quiero presentarles algunas orientaciones para disminuir el desajuste que se produce en la relación de pareja cuando llegan los hijos.

  • El hombre necesita involucrarse en los cuidados de la futura madre, apoyarla con respecto a su salud física y emocional. Por ejemplo: acompañarla a sus evaluaciones médicas, conversar sobre sus expectativas y temores con respecto al nuevo cambio que está surgiendo entre ambos.
  • La madre debe hacer partícipe al padre para ayudarle a vincularse desde temprano con el bebé que está en camino. Muchas mujeres realmente aíslan a su compañero, una manera de empezarle a involucrar es el acercamiento físico para que él sienta al bebé y pueda comunicarse a través de las caricias o el lenguaje hablado.
  • La pareja no debe perder sus espacios de intimidad, ellos deben ser nutridos de alguna manera. Mientras más responsabilidades se tienen más difícil es lograrlo, pero deben ser sagrados y respetados aunque sean una vez por semana.
  • Cuando el bebé nazca jamás lo lleves a tu cama. Es un error que se suele cometer y que acarrea graves crisis en la relación de pareja por la dificultad de encontrar momentos de intimidad.
  • A veces los hijos pueden convertirse en los mayores enemigos de la relación, cuando se les permite abarcar un gran espacio de atención física y emocional (muchos padres llegan a sentir celos de sus hijos).
  • Amamantar es una gran experiencia emocional y espiritual para la madre y el niño (además de ser muy saludable), pero ella excluye demasiado al padre y las madres debemos cuidarnos de no generar dependencia y codependencia de esta experiencia.
  • Los padres deben conversar sobre las condiciones de la educación y crianza para llegar a algunos acuerdos e incluso antes de tener a sus pequeños.
  • Usar los recursos comunitarios o familiares para tener sus momentos de intimidad y privacidad.

Es importante mantener claro que el fin de la unión es el amor de la pareja. Y si llegasen los hijos, más que producir ruptura, deberían aumentar las razones para amarse.




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