viernes, 9 de octubre de 2015

Me has roto el corazón

Me has roto el corazón...
Es verdad, así lo siento, desgarrado y sin aliento. 

Así comenzó todo...
Un corazón pujante y dispuesto para iniciar aquel sueño que parecía nuestro. 
Empezamos jubilosos como si uno y otro supiera de lo que estábamos hechos. 
Un corazón latiendo, que corría como cien caballos de fuego, nunca creí que se apagara, nunca creí que lo vería moribundo escondido entre rosales de espinas y embarrado sobre el suelo. 

Me rompiste el corazón...
Y me quedé llena de incertidumbre sin saber qué pasó, qué hice mal, dónde está el error...

He caminado deambulando de un lado a otro, casi perdida, sin saber a dónde dirigirme para evitar este dolor. 
A veces me echo por horas sobre el piso o la cama, a veces lloro, otras veces no, me enojo contigo, me enojo conmigo y le grito con furia a la vida, sin embargo, no descansa   ni se alivia este punzante y agobiante dolor. 

 ¡YA BASTA!

He decido sentirlo, hacerlo mío, mirarlo con compasión y justamente ahí algo en mi sucedió, el dolor partía de mi centro y allí me encontraba yo. 
Por primera vez en mucho tiempo después de tanto mirar y buscar en lo exterior mi atención se enfocaba en mi mundo interior. 

Observé con detalle a mi corazón, y es cierto, estaba herido, desgarrado, se veía cansado, bombeaba sin ímpetu, pero bombeaba, palpitaba, él aún seguía dándole pulso a la vida, a mi vida...

Me vi a mí misma, yo era mi corazón y me agradecí por tanta valentía, por la entrega, por todos los riesgos corridos, cada desgarramiento, cada dolor lo único que hacía era forjarlo, hacerlo fuerte, más resistente, flexible, él con cada experiencia amorosa se hacía cada día mejor. 

Yo era una con él, ahora su fuerza es mi fuerza, su resistencia, mi resistencia, su flexibilidad, mi flexibilidad. Y ya no me queda ni un poquito de duda: 
¡Hoy tengo más capacidad, más poder, más habilidad de amar que ayer!


Reflexión de la metáfora. 

Ningún músculo se fortalece sin pasar por su debido rompimiento y su respectivo dolor.   Mientras mayor es la exigencia para el músculo, mayor su dolor, pero también mayor será su fuerza al reconstituirse después del esfuerzo y exposición. 

Lo peor que podemos hacer cuando sufrimos un dolor muscular es abandonar el ejercicio, lo mejor es continuar con ejercicios  de otro tipo como estiramientos o cardiovasculares, para luego seguir ejercitando los músculos. 

Un corazón desgarrado por la ruptura amorosa, necesita seguirse ejercitando con otro tipo de relaciones, por ejemplo: la amistad y el afecto familiar. Ellas sin duda mitigarán el efecto doloroso de la ruptura amorosa. 
Abandonar el ejercicio muscular para evitar el dolor, no solo lo prolongará, lo peor es que nunca se fortalecerá, ese músculo no podrá probar su máxima resistencia ni su potencial. 

En pocas palabras tu amor no se fortalecerá, será débil, evitará exponerse, se hará flojo y malhumorado, si no lo expones, si no te aventuras, si no te arriesgas, si no te ejercitas, no probarás, ni disfrutarás las ventajas de tener un CORAZÓN FUERTE.